CAPÍTULO 1
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Año 1.236 de la Era de Ártron.
La luna llena interrumpe la extensa oscuridad de la paciente noche. Se observan siluetas en el más profundo mutismo, agazapadas, ocultándose en los lugares más escarpados del terreno.
De repente un sonido inquietante... Un largo y grave sonido que nos daña al oírlo, dejándonos sordos por unos momentos. Y se repite una y otra vez. Una tromba de guerra suena a lo lejos. Mis compañeros tiemblan, todos temblamos, pero nos mantenemos en nuestros puestos.
¡Un fuerte estruendo proveniente de una de nuestras torres! De repente un anillo ígneo rodea el castillo, nuestro mago ha lanzado un conjuro de protección. Centenas de millares de diferentes bestias se dan a conocer a la luz del fuego. Golpes atronadores desde todos los puntos suenan a la lejanía.
Empieza la batalla. Cientos de catapultas envían bolas de fuego dentro de las murallas alcanzando a muchos de mis compañeros, pero yo debo mantenerme firme, esperando mi hora para honrar mi nombre. Ya se divisan los arietes, siendo arrastrados hacia nuestras murallas como veloces gusanos.
Un martilleo incesante. Es el enemigo haciendo ruido sólo para asustarnos, y parece que lo está consiguiendo. El ejército espera inquieto, recordando por qué están en sus posiciones, recordando a sus familias y amigos, a sus caídos; recordando anteriores batallas, los cuerpos mutilados, la sangre, las heridas que sanaron y las que no; etc.
Nuestros arqueros empiezan a actuar. Fijan sus flechas en los portadores de catapultas, torres y arietes. Un mar de silbidos inunda nuestros cuerpos, son las flechas volando sobre nuestras cabezas. Algunos de mis compañeros empiezan a rezar mientras ven cómo se acercan las torres cargadas de bestias con la intención de destruirnos.
¡Un abrumador Silencio!, ha parado el martilleo, las catapultas exhaustas cesan en seco. Uno de los arietes ha destrozado la entrada y los Pesados están en sus posiciones, esperando la entrada de a saber qué tipo de bestias. ¿Qué pasa? Todos nos miramos... ¿ahora qué? El corazón nos late más rápido que nunca, el miedo se apodera de nuestro cuerpo, todos vacilamos.
Todos menos él, mi amigo de la infancia. Sin hacer ningún gesto cabalga hacia la puerta de las murallas desde la entrada del castillo. La tierra comienza a temblar y sin dudarlo todos los defensores lo siguen. Y tras ellos vamos nosotros, los guerreros sin estrella. Los arqueros, apostados en la muralla, reanudan sus actos bélicos, alcanzando con éxito sus objetivos.
Corremos hacia la puerta de entrada mientras los Pesados se apartan para dejarnos salir. Yo estoy en el centro del ejército. Tardo demasiado en salir. Nuestro hechicero está lanzando diferentes conjuros, la mayoría de protección sobre las murallas, él se encargará de impedir que entren. Se oyen caer las torres, los arqueros están haciendo su trabajo.
Al fin salgo. Las hachas vuelan como mariposas hacia sus flores, las lanzas pasan rozando nuestras cabezas haciendo retroceder a un gran número de soldados. Ya estamos batallando. Esto es un caos, los cánticos desafinados de las espadas chocando entre ellas, los gritos mudos de los heridos, las armaduras retumban golpeando contra el suelo, los caballos gritan su agobio por las cuatro patas. Esto no tiene fin. El avance se dificulta cada vez más, no hay espacio en el suelo para pisar, el rojo tiñe toda la extensión. Gritos en la noche. La caída de catapultas y torres aumenta la confianza de nuestro ejército. Ahora sabemos que vamos a vencer.
Un frio irritante afloja mi cuerpo, me han alcanzado. No es hora de asustarme, el invasor debe caer. Extraigo la flecha de mi costado derecho con gran rapidez y veo cómo brota la sangre de mi cuerpo, pero debo seguir. Ahora es mi turno, nuestras espadas centellean sobre ellos, no nos pueden parar. Todo nuestro ejército está fuera, ninguno se libra de la angustia de nuestro trabajo, los ojos desencajados en medio de ríos de sudor, es lo único que mostramos.
Empiezo a desfallecer, noto como el cansancio y el dolor invaden mi cuerpo, llegando a todos los puntos que debo utilizar para cumplir mi cometido. Giro la vista y observo a centenares de mis compañeros abatidos. Sus cuerpos están tirados sobre la llanura carmesí… mis amigos… mis hermanos… Me levanto con furia, y me esfuerzo por seguir con mi obligación. Ya he arrebatado la vida a al menos 120 bestias. Aún quedamos muchos soldados y podemos acabar con esto.
Hemos mermado considerablemente las fuerzas del ejército invasor. Esas bestias empiezan a retirarse. Corremos tras ellos por los angostos desfiladeros. Muchos de ellos aún se dan la vuelta y siguen luchando. Mientras tanto los arqueros de nuestras murallas cesan su labor. Conforme vamos avanzando, observamos cómo los arqueros de nuestros invasores toman, al fin, su parte en esta batalla. Esto nos obliga a retirarnos rápidamente.
Mientras corro siento que ya no puedo más. Me desplomo. Dos soldados me recogen al verme caer y me llevan hacia el castillo. Mis pies están siendo arrastrados por tierra mientras me apoyan en sus hombros. Sólo tengo fuerzas para preguntar por el príncipe, mi gran amigo. Ha sido abatido…
La claridad del alba despeja la fría sombra de la noche. En el centro de la plaza, el rey se despoja de su yelmo y lo deja caer al suelo. El agotamiento se palpa en el ambiente, todos esperamos, pero él nos mira. Él solo observa los alrededores con la cara descompuesta. El silencio gana esta nueva batalla, él lo sabe, todos lo sabemos.
Todo ha terminado. Miles de estatuas agotadas llenan la ciudad. El dolor de lo sucedido sólo es percatado por los llantos de la reina, en lo alto de la torre.
Alguien viene a verme a la enfermería, es el hermano menor del príncipe. Quiere nombrarme capitán de su guardia personal por mi valentía y resistencia en la batalla y encomendarme una misión.
-Quiero que pienses deliberadamente en lo que voy a pedirte. -me dice- Se que mi hermano mayor era un gran amigo tuyo y por eso creo que serás el hombre idóneo para este trabajo. Tienes que encontrar al culpable de esta masacre. Si aceptas esta misión, quiero que me lo traigas, vivo o muerto. Tráemelo a cualquier precio, sea quien sea.
Cuando el hermano menor del príncipe abandona mis aposentos, observo como una luz blanca se posa a mi vera. Una luz que se diluye en la estancia, formando el cuerpo del hechicero real.
-Hola hijo. -dice- ¿Cómo te sientes?, te estuve observando durante toda la batalla. Realmente mereces el puesto que se te quiere otorgar en la realeza. He oído lo que el príncipe Áren quiere que hagas. No estoy de acuerdo con ello. Alguien como tú debe quedarse en la ciudad para adiestrar a las unidades que cubrirán las bajas. He tenido una visión.
Esto me confunde. Nunca un hechicero había hablado a un soldado sobre sus visiones. Muestro una cara de asombro y con cierto grado de desconfianza.
-Dentro de poco el enemigo habrá rehecho sus filas y volverá a la carga. El rey ya ha tomado medidas y ya están reconstruyendo la ciudad. La gente ha sido evacuada y sólo quedamos soldados. Necesitamos tu ayuda para combatir y entrenar a los guerreros, no tenemos mucho tiempo. Piénsatelo hijo.
Pasan dos semanas para mi total recuperación. Debo dar una respuesta al príncipe. ¿Qué debo hacer?, ¿salgo en busca del invasor o entreno a las unidades?
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Decidid vosotros, lectores, con qué respuesta continúa esta historia.
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Decidid vosotros, lectores, con qué respuesta continúa esta historia.
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