jueves, 2 de septiembre de 2010

Historia interactiva 01.

CAPÍTULO 1

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Año 1.236 de la Era de Ártron.

La luna llena interrumpe la extensa oscuridad de la paciente noche. Se observan siluetas en el más profundo mutismo, agazapadas, ocultándose en los lugares más escarpados del terreno.

De repente un sonido inquietante... Un largo y grave sonido que nos daña al oírlo, dejándonos sordos por unos momentos. Y se repite una y otra vez. Una tromba de guerra suena a lo lejos. Mis compañeros tiemblan, todos temblamos, pero nos mantenemos en nuestros puestos.

¡Un fuerte estruendo proveniente de una de nuestras torres! De repente un anillo ígneo rodea el castillo, nuestro mago ha lanzado un conjuro de protección. Centenas de millares de diferentes bestias se dan a conocer a la luz del fuego. Golpes atronadores desde todos los puntos suenan a la lejanía.

Empieza la batalla. Cientos de catapultas envían bolas de fuego dentro de las murallas alcanzando a muchos de mis compañeros, pero yo debo mantenerme firme, esperando mi hora para honrar mi nombre. Ya se divisan los arietes, siendo arrastrados hacia nuestras murallas como veloces gusanos.

Un martilleo incesante. Es el enemigo haciendo ruido sólo para asustarnos, y parece que lo está consiguiendo. El ejército espera  inquieto, recordando por qué están en sus posiciones, recordando a sus familias y amigos, a sus caídos; recordando anteriores batallas, los cuerpos mutilados, la sangre, las heridas que sanaron y las que no; etc.

Nuestros arqueros empiezan a actuar. Fijan sus flechas en los portadores de catapultas, torres y arietes. Un mar de silbidos inunda nuestros cuerpos, son las flechas volando sobre nuestras cabezas. Algunos de mis compañeros empiezan a rezar mientras ven cómo se acercan las torres cargadas de bestias con la intención de destruirnos.

¡Un abrumador Silencio!, ha parado el martilleo, las catapultas exhaustas cesan en seco. Uno de los arietes ha destrozado la entrada y los Pesados están en sus posiciones, esperando la entrada de a saber qué tipo de bestias. ¿Qué pasa? Todos nos miramos... ¿ahora qué? El corazón nos late más rápido que nunca, el miedo se apodera de nuestro cuerpo, todos vacilamos.

Todos menos él, mi amigo de la infancia. Sin hacer ningún gesto cabalga hacia la puerta de las murallas desde la entrada del castillo. La tierra comienza a temblar y sin dudarlo todos los defensores lo siguen. Y tras ellos vamos nosotros, los guerreros sin estrella. Los arqueros, apostados en la muralla, reanudan sus actos bélicos, alcanzando con éxito sus objetivos.

Corremos hacia la puerta de entrada mientras los Pesados se apartan para dejarnos salir. Yo estoy en el centro del ejército. Tardo demasiado en salir. Nuestro hechicero está lanzando diferentes conjuros, la mayoría de protección sobre las murallas, él se encargará de impedir que entren. Se oyen caer las torres, los arqueros están haciendo su trabajo.

Al fin salgo. Las hachas vuelan como mariposas hacia sus flores, las lanzas pasan rozando nuestras cabezas haciendo retroceder a un gran número de soldados. Ya estamos batallando. Esto es un caos, los cánticos desafinados de las espadas chocando entre ellas, los gritos mudos de los heridos, las armaduras retumban golpeando contra el suelo, los caballos gritan su agobio por las cuatro patas. Esto no tiene fin. El avance se dificulta cada vez más, no hay espacio en el suelo para pisar, el rojo tiñe toda la extensión. Gritos en la noche. La caída de catapultas y torres aumenta la confianza de nuestro ejército. Ahora sabemos que vamos a vencer.

Un frio irritante afloja mi cuerpo, me han alcanzado. No es hora de asustarme, el invasor debe caer. Extraigo la flecha de mi costado derecho con gran rapidez y veo cómo brota la sangre de mi cuerpo, pero debo seguir. Ahora es mi turno, nuestras espadas centellean sobre ellos, no nos pueden parar. Todo nuestro ejército está fuera, ninguno se libra de la angustia de nuestro trabajo, los ojos desencajados en medio de ríos de sudor, es lo único que mostramos.

Empiezo a desfallecer, noto como el cansancio y el dolor invaden mi cuerpo, llegando a todos los puntos que debo utilizar para cumplir mi cometido. Giro la vista y observo a centenares de mis compañeros abatidos. Sus cuerpos están tirados sobre la llanura carmesí… mis amigos… mis hermanos… Me levanto con furia, y me esfuerzo por seguir con mi obligación. Ya he arrebatado la vida a al menos 120 bestias. Aún quedamos muchos soldados y podemos acabar con esto.

Hemos mermado considerablemente las fuerzas del ejército invasor. Esas bestias empiezan a retirarse. Corremos tras ellos por los angostos desfiladeros. Muchos de ellos aún se dan la vuelta y siguen luchando. Mientras tanto los arqueros de nuestras murallas cesan su labor. Conforme vamos avanzando, observamos cómo los arqueros de nuestros invasores toman, al fin, su parte en esta batalla. Esto nos obliga a retirarnos rápidamente.

Mientras corro siento que ya no puedo más. Me desplomo. Dos soldados me recogen al verme caer y me llevan hacia el castillo. Mis pies están siendo arrastrados por tierra mientras me apoyan en sus hombros. Sólo tengo fuerzas para preguntar por el príncipe, mi gran amigo. Ha sido abatido…

La claridad del alba despeja la fría sombra de la noche. En el centro de la plaza, el rey se despoja de su yelmo y lo deja caer al suelo. El agotamiento se palpa en el ambiente, todos esperamos, pero él nos mira. Él solo observa los alrededores con la cara descompuesta. El silencio gana esta nueva batalla, él lo sabe, todos lo sabemos.

Todo ha terminado. Miles de estatuas agotadas llenan la ciudad. El dolor de lo sucedido sólo es percatado por los llantos de la reina, en lo alto de la torre.

Alguien viene a verme a la enfermería, es el hermano menor del príncipe. Quiere nombrarme capitán de su guardia personal por mi valentía y resistencia en la batalla y encomendarme una misión.
 
-Quiero que pienses deliberadamente en lo que voy a pedirte. -me dice- Se que mi hermano mayor era un gran amigo tuyo y por eso creo que serás el hombre idóneo para este trabajo. Tienes que encontrar al culpable de esta masacre. Si aceptas esta misión, quiero que me lo traigas, vivo o muerto. Tráemelo a cualquier precio, sea quien sea.
 
Cuando el hermano menor del príncipe abandona mis aposentos, observo como una luz blanca se posa a mi vera. Una luz que se diluye en la estancia, formando el cuerpo del hechicero real.

-Hola hijo. -dice- ¿Cómo te sientes?, te estuve observando durante toda la batalla. Realmente mereces el puesto que se te quiere otorgar en la realeza. He oído lo que el príncipe Áren quiere que hagas. No estoy de acuerdo con ello. Alguien como tú debe quedarse en la ciudad para adiestrar a las unidades que cubrirán las bajas. He tenido una visión.
 
Esto me confunde. Nunca un hechicero había hablado a un soldado sobre sus visiones. Muestro una cara de asombro y con cierto grado de desconfianza.
 
-Dentro de poco el enemigo habrá rehecho sus filas y volverá a la carga. El rey ya ha tomado medidas y ya están reconstruyendo la ciudad. La gente ha sido evacuada y sólo quedamos soldados. Necesitamos tu ayuda para combatir y entrenar a los guerreros, no tenemos mucho tiempo. Piénsatelo hijo.
 
Pasan dos semanas para mi total recuperación. Debo dar una respuesta al príncipe. ¿Qué debo hacer?, ¿salgo en busca del invasor o entreno a las unidades?
 

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Decidid vosotros, lectores, con qué respuesta continúa esta historia.

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Tormenta electrica.

Pues sí, en efecto.

Anoche a las 04.07 AM me "despertó" un estruendo extraordinario. Primero vislumbré un impactante haz de luz blanca que nacía sobre mí y surcaba el cielo en dirección noroeste perdiéndose tras las montañas. A los pocos segundos oí el citado estruendo y debo decirlo, me impactó. En ese momento me asusté ya que nunca jamás, en mis 20 años y 42 días de vida, hube oído algo similar. Lo primero que pensé fue en la posible caída de un avión.

Ese fragor, duró al menos 8 segundos, algo que yo nunca había visto y fue entonces cuando (al ver que no se detenía) se me ocurrió apostar mis dedos sobre la pared más próxima que encontré y noté como todo el edificio temblaba, lo que aumento el nivel de pavor en mi cuerpo.

Un minuto más tarde y después de una serie de repetidos relámpagos (de menor intensidad), saltaron los PIA (Pequeños Interruptores Automáticos) del bar. Cogí la linterna portátil (que tengo siempre a mano) y me dispuse a subir a la terraza del bar para bajar a mis perros (tanto por el agua que empezaba a caer como por los rayos). Esos malditos canes que siempre hacen caso omiso de mis palabras.

Mientras subía las escaleras de metal (con cierto yuyu por los rayos y su cercanía), iba pensando en matar a los animalitos a los que pretendía proteger y beber su sangre en un ritual por hacerme subir las escaleras a esas horas de la mañana y con la lluvia que estaba cayendo...

Tras varios intentos por sacarlos de su casita (construida en la terraza) lo logré, y los dos bichos bajaron las escaleras y se metieron en la casa. Yo resbalé y se me cayó la linterna al patio (OMG). Tuve que bajar las escaleras aprovechando cada relámpago que pasaba por encima de mi (que no eran pocos) para ver algo (la escalera está muy deteriorada y no es fiable 100%).

Finalmente consigo llegar abajo y voy corriendo a buscar la linterna. Dichosamente no le ha ocurrido nada y funciona bien, ha ido a parar debajo de unos cajones que hay debajo de las escaleras. Voy a mi habitación y me cambio de ropa manteniendo la linterna cogida en la ropa.

Unos segundos más tarde (sobre las 04.12) se levanta mi madre diciendo "¿QUÉ COÑO HAS HECHO?". Naturalmente, tenía que elegir entre callarme o contestarle nerviosamente y decir algo que puede sonar muy mal (no sé el qué, cualquier cosa). Decido callarme y decirle que está lloviendo a mares y que no hay electricidad. Se levanta mi padre y hace algo raro en el corral (creo que levantar la trampilla, algo que a mí no se me había ocurrido). Ambos se acuestan.

Un estrepitoso y cercano trueno se oye de repente, y tras este, se levanta mi hermana. Pregunta que qué ocurre y tras la respuesta se acuesta, dejándome a mí con un: -.-'.

Salgo al bar (naturalmente, la alarma no funciona) y se me pasa una idea por la cabeza: "Si no hay electricidad... ¡¡hoy me libro de abrir el bar!!". Me asomo a la calle, y hay un auténtico río marrón bajando por la calle. Un río al que le faltan tres o cuatro dedos para entrar en el bar. Entro a la barra e intento accionar el PIA, no funciona, salta una y otra vez. Solo me queda esperar.

El agua sigue cayendo y los truenos y relámpagos siguen produciéndose en una gran cercanía. Después de varios minutos observando cómo llueve (algo que me ha gustado desde pequeño), un rayo ilumina la calle y se oye súbitamente un fuerte estruendo, dando la sensación de que el cielo se ha quebrado. Esto me hace pensar, si no ha pasado siquiera un segundo entre el haz de luz y el sonido del trueno, LA TENGO JUSTO ENCIMA.

Sobre las 04.40 todo empieza a calmarse, la lejanía de los truenos y el cesar de la lluvia  me producen una notable tranquilidad. Entro en la barra, activo el PIA y pienso: "Mierda, funciona, en 110 minutos tengo que abrir el bar. Buenas noches".

05.40. Despierto a mi hermana para que limpie el bar (como habíamos acordado la noche anterior). Diez minutos después me levanto y me preparo para abrir el bar. Trabajo hasta las 10.00, y converso con varios clientes sobre lo sucedido. Casi todos afirman haberse asustado durante esta noche y os digo:



NO ES LO MISMO LEERLO QUE VIVIRLO, REALMENTE ASUSTABA.