Parte 1.
Me han ocurrido un millar de cosas desde que me quedé sin internet.
He contactado con la gente con la que iba hace casi un año, no es que desee volver con ellos pero cuando me aburro son buena compañía (:P). He dejado de pensar en animales voraces y mentirosos. He dejado de satisfacer mis deseos sexuales con mi gato (WTF??). He perdido el contacto con la gente de Latinoamérica con la que tanto hablaba y también con mi hermano Raydem (quizá esto sea lo que más me duela). He dejado de jugar a juegos que absorbían gran parte de mi tiempo diario. He dejado de leer en abundancia y de hacer casi cualquier cosa que me gustaba hacer. Y lo más importante que me ha ocurrido, me he enamorado.
Y es precisamente a esto último a lo que quiero dedicar esta entrada en este blog que llevo sin actualizar desde… pufff, o más…
La conocí por Tuenti, no sé muy bien cómo ocurrió pero empecé a hablar con ella (bendito sea Tuenti). Al poco tiempo se convirtió en algo más que una amiga, para mí era otra hermana. Ella, junto a Raydem, estuvo ayudándome durante demasiado tiempo a desprenderme de algo que a día de hoy aún me arrepiento de haber buscado (es el animal egocéntrico del que hablo más arriba).
Esta persona confió en mí cuando todos a mi alrededor hacían lo contrario. Ella jamás hizo caso a las habladurías hacia mi persona. Sin conocerme, creía mis palabras ante las del resto del “grupo” (grupo en el cual yo iba y del cual me desprendí). Confió en mí siempre pese a todo lo que se comentó de mi persona, arriesgándose a que lo que se hablaba fuera cierto. Yo aún era incapaz de ver todo eso.
Seguimos hablando periódicamente, hasta que logré despejar mi mente. Fue entonces cuando descubrí todo lo que había hecho por mí. También descubrí lo que le habían hecho a ella (ella lo dio todo por otro animal egocéntrico y egoísta, un despojo humano que no sirve ni para esconderse) y que había sido por mi culpa ya que mi consejo DEMANDADO participó en su equivocada decisión. Desde entonces ella rechazaba a todos los tíos que se abalanzaban sobre ella, o eso me hizo pensar.
Me citó a su cumpleaños. Fiesta a la cual no quería asistir aunque tampoco deseaba consentir que lo celebrara sola, di mi palabra de acudir al encuentro y así lo hice (jamás rompo una promesa). Fue una velada fantástica: paseo, cine y cena. Yo no la había visto en persona nunca, ni ella tampoco a mí y debo reconocer que me fascinó. Al poco de despedirnos ya deseaba volver a verla. Ella derribó todas mis defensas como si se bombardeara con un tanque una casa de cartón.
Quedamos el lunes día seis, una tarde espectacular y ella hace un comentario que no puedo reproducir. Mi mundo se viene abajo: cualquier esperanza, cualquier ilusión se derrite ante mí. Naturalmente no se lo hago saber pero permanezco gran parte de la tarde deprimido. Ella me bombardea con preguntas sobre mi estado de ánimo y yo me niego a responderlas.
Día siete de diciembre, no sé por qué escribo un mensaje de texto (SMS) con parte de los motivos que decidieron mi estado de ánimo el día anterior. Debato durante horas si debo enviarlo o no, pues el mensaje contiene una parte de mis sentimientos hacia ella y no sé cómo va a tomárselo. Tengo entonces muchísimo miedo de perderla cuando descubra dichos sentimientos porque “más vale pájaro en mano que ciento volando” y yo prefería tenerla de este modo que no tenerla.
Recuerdo haber llegado a la conclusión de no enviar el mensaje, pero cuando decido borrarlo mis dedos actúan en solitario, sin responder a mis órdenes. El mensaje es enviado. Entonces empiezo a temblar porque temía enormemente la respuesta, de hecho, no deseaba recibir una respuesta; no deseaba que me hablara nunca más, todo sea dicho.
Cuando recibo un mensaje, el móvil reproduce las 10-15 primeras letras. Cuando recibí su respuesta pude leer “Ya estoy hart…”. Pensé para mí: “ya la he cagao” y no abrí el mensaje hasta pasados veinte minutos.
Decidí abrir el SMS haciendo caso a mi más firme dogma. Lo hecho, hecho estaba y no podía cambiarlo, fuera lo que fuera.
El mensaje era todo lo contrario de lo que yo esperaba y continuaba diciendo: “… harta de seguir fingiendo. ¿Aún no te has dado cuenta de que me gustas?...”. Fue entonces cuando recibí el primer infarto metafórico de mi vida.
Ese día nos pusimos a salir y quedamos al día siguiente con mi animalito (o hermanita, como quieran llamarla) dando todo el rato por el bullullu. Eso es lo que ella (mi animalito) mejor sabe hacer.
Parte 2.
Yo siempre me he considerado un lobo solitario, alguien completamente dependiente que no necesita nada ni a nadie. He pasado los primeros veinte años de mi vida completamente solo, sin amigos, sin casi familia, ¿por qué iba a necesitar a nadie ahora?
La verdad, siempre me he reído de los que buscaban compañía en cualquier tipo de persona. Jamás he entendido por qué es tan importante el no estar solo. Siempre me ha parecido una tremenda estupidez. Yo siempre he rechazado el hecho de tener novia, nunca la he necesitado y siempre he dicho que yo jamás la tendría.
Yo nunca he amado. Nunca hasta ahora. Jamás había tenido la oportunidad ni las ganas… O simplemente no me salía de la po**a.
Durante veinte años he ido construyendo un muro a mi alrededor con las ilusiones perdidas. Un impenetrable muro. Una sólida y espesa pared que me libraba del exterior y donde yo me sentía a salvo de cualquier sentimiento que intentara entrar. Pues bien, ella ha conseguido que mi muro sucumbiera con un ligero soplo.
Dejé que ella se convirtiera en mi oxígeno (algo vital para cualquier ser vivo no marino) y ahora cada uno de esos sentimientos que se amontonaban en el exterior penetra en mí. Pero todos están irremediablemente canalizados hacia esa persona a la que cada vez quiero más y más.
Parte 3.
Cada una de sus miradas me proporciona una vida más. Cada una de sus caricias me otorga un edén de felicidad. Cada uno de sus suspiros me permite continuar a mí respirando. Cada uno de sus besos me concede un motivo para seguir adelante. Preferiría un instante a su lado que toda la eternidad en cualquier paraíso que se me pueda ofrecer (para los interesados: ofertas sólo por encima de 500.000€).
Por otra parte, cuando no estoy a su lado cada segundo se convierte en un año lleno de tormento sentimental y amarga diarrea vocal. La falta de su aroma es un infierno. La carencia de su mirada es similar a tener un ejército de negros sodomizándote (todos a la vez) constantemente. La ausencia de su presencia me arrebata el corazón y lo lanza a un pozo lleno de afiladas estacas metálicas.
Haría cualquier cosa por ella, lo que fuera. Contaría cada grano de arena de cualquier océano. Barrería desiertos enteros si lo pidiese. Excavaría en un suelo metálico con las uñas hasta llegar al corazón del planeta. Me pasearía descalzo por la superficie del Sol (pero lo haría de noche, para no quemarme). Mataría indiscriminadamente si la hiciera feliz (incluso a ti, amado lector).
De hecho, estoy convencido de que llegará un día donde deba elegir entre su vida y la mía, aunque esa decisión ya está tomada (y no ha de variar). Me arrancaría la vida si con eso pudiera salvarla a ella. Extirparía mis suspiros para que continuaran los suyos. Arrebataría mi existencia para extender la suya. Me despojaría de mi alma para sanar su espíritu. Agotaría mi último aliento para darle a ella uno más.
Sé que es muy fácil de decir, y que todo el mundo puede decirlo. No obstante no dejan de ser palabras vacías pues no todo el mundo lo cumpliría. Le prometí (y es muy difícil que yo rompa una de mis promesas) que así será cuando sea necesario.
No tengo mucho más que decir. Siento lo que digo pero no digo lo que siento. No puedo describir lo que siento por ella, no encuentro las palabras. De hecho, no existen las palabras y si las hubiera, no me servirían de nada pues se quedarían cortísimas al lado de mis sentimientos.
Esto me hace pensar… creo que voy a inventar las palabras exactas de lo que siento.
Por ella siento mucho rappatujsa, conclacova en exceso, una gran resquitomacedoría y un enorme fritopescaromántico gertuvodireáceo… Hmmm... de color azul…